Es evidente que, desde la llegada de la sociedad del conocimiento en detrimento de la sociedad insdustrializada, nos encontramos ante un cambio de época. Un cambio de época caracterizado por la inestabilidad social, cambios laborales y paradigmas inciertos. En estas circunstancias hay que preparar a los ciudadanos del siglo XXI con un objetivo claro, intervenir en su sociedad de forma sostenible, justa y democrática para lograr la felicidad.
En estos momentos nos encontramos ante el capitalismo amenazante, y no sólo en lo económico, también en lo cultural, lo científico y lo social. Junto con estas amenazas, más cercanas y derrotistas con ideas orwellianas que muchos gurús nos transmiten, nos encontramos con un desarrollo tecnológico, que permite la globalización de la información, el ciudadano prosumer, nuevas narrativas transmedias, enseñanzas globales, interconexión de inteligencias múltiples,… que a su vez aumentan los riesgos como las brechas, la googleización del conocimiento o la macdonalización de las enseñanzas.
En estos momentos, 2014, ya entrado en el S.XXI nos seguimos encontrando con aulas universitarias cerradas al conocimiento más allá del conocimiento bancario del docente que se encuentra ante la realidad de bostezos generalizados, prohibiciones al uso de la tecnología en el aula y evaluaciones de la verdad del docente.
La universidad se encuentra amenazada, su modelo organizativo, su modelo de transmisión del conocimiento se mueren. En 1973 ya murió la escuela, y es evidente que nadie la ha resucitado, la duda es si alguien fue al entierro. Si ahora muere la universidad ¿alguien lo notará?.
Hoy es necesario que la universidad empiece a romper esquemas, a acercarse a la cultura hacker, que sólo se puede hacer hackeando el conocimiento, las aulas y las estructuras. A trabajar por proyectos globales, no hablo de idiomas, me encuentro con jugadores online que se comunican en un inglés suficiente. A colaborar, hay que cambiar la forma de entender el copiar y pegar, ni citando, el trabajo colaborativo debe permitir estar con mentes abiertas para escuchar, para innovar, para reutilizar, para “fabricar”… Es necesario que la universidad enseñe a programar sean los estudios que sean, va a ser fundamental en el desarrollo vital de las personas. Y por último, la universidad debe ser el faro de la democracia, debe ser capaz de democratizar la tecnología, el conocimiento, pero para eso debe partir por democratizar las estructuras con la radicalidad democrática que supone una persona un voto.